La soledad que sigue a una ruptura no solo revela el vacío que dejó la otra persona, sino también el abandono que muchas veces hemos tenido con nosotras mismas. Porque las rupturas con las parejas son tres veces más intensas?
Porque cuando rompes con tu pareja, no estás perdiendo solamente a la persona: también estás perdiendo tu rutina, tus planes, los sueños compartidos, tus propios sueños y planes con esas personas. estás perdiendo parte de tu identidad personal, de tu identidad emocional, y una gran parte de tu identidad social. Y eso no es lo peor. La peor parte de romper con tu pareja es romper con la esperanza del futuro y vivir con la incertidumbres del porque: porque se terminó la relación si TÚ lo dabas todo.
Porque te fue infiel si TU eras la que más amabas? Porque tú no fuiste suficiente? Porque él o ella no quiere estar contigo? What is wrong with you? Porque no puedes retener a una pareja? Porque nadie quiere estar contigo? Y de ahí en adelante tu autoestima se enrosca y se prepara para una muerte inminente.
Pero mi amiga, la soledad que sigue a una ruptura emocional no es solo la ausencia de una pareja: es enfrentarte cara a cara con la ausencia que tienes contigo misma. Deja que te explico. Cuando esa relación se termina, no solo tu pareja se va, sino que también termina el “‘nosotros” y tienes que enfrentarte con tu propio “yo.” Y en esa soledad, en ese vacío te das cuenta de cuánto tiempo llevabas lejos de ti.
De cuántas veces te callaste tu propias palabras, tus emociones y sentimientos para evitar conflictos, de cuántas partes de ti acomodaste, cambiastes, y hasta modificaste no solo para poder encajar con esa persona, sino también para tratar de encajar en su círculo de aceptación, en su círculo social, en su círculo íntimo mi amiga. La peor parte de determinar una relación, mi amiga, es tener que enfrentarte contigo misma.
Desde la inteligencia emocional, el miedo a la soledad tras una ruptura no irracional. Es una respuesta emocional natural que surge de la pérdida, la incertidumbre y el cambio de rol afectivo. La inteligencia emocional implica Autopercepción, Autoestima, Autorrealización, y la Autoconciencia emocional. Tu capacidad de reconocer, comprender y manejar tus emociones y usar esa información para planificar tu próximo paso.
Es la forma en que te ves a ti misma, como te sientes contigo misma, es darte cuenta quien eres, tus valores, tus atributos, tus cualidades, tus defectos, tu autenticidad y propósito. Es darte cuenta de tu eres una persona por sí sola y el primer paso para superar el miedo a la soledad comienza con el reconocimiento y aceptación de la separación, no solo física, sino también emocional. No se trata de negar la tristeza, el dolor y la desesperación que sientes, esa ansiedad o el vacío, sino de aceptar esas emociones como parte del proceso de duelo y darte tiempo para reflexionar.
So, mi amiga, Aquí te dejo siete lesiones positivas que aprendí tras superar el miedo a la soledad después de varias rupturas emocionales, incluyendo dos divorcios.
1. Aprendí que mi compañía es suficiente.
Me di cuenta de que no necesito la presencia constante de alguien para sentirme plena. Aprendí a disfrutar de mi propia compañía en el silencio, en la calma, en los momentos buenos y en los momentos difíciles. Descubrí que puedo reír sola, llorar sola, soñar sola… y que esos espacios me enseñan que yo misma soy suficiente para sostenerme emocionalmente.
2. Aprendí a escucharme sin miedo.
La soledad me enseñó a detenerme y prestarle atención a esa voz interior que tantas veces ignoramos, y a ponerle atención al sexto sentido. Aprendí a escuchar mis emociones sin juzgarlas, a reconocer lo que necesito sin quedarme callada, y a validar lo que siento sin esperar la validación o aprobación de nadie. Hoy confío más en mi intuición y le presto mucho más atención a lo que mi corazón tiene para decirme con lógica y razonamiento más que con esperanza o deseo de lo que podría ser.
3. Aprendí a diferenciar entre el amor y la necesidad.
Después de tantas rupturas, comprendí que no todo lo que parece amor es realmente amor. Entendí que muchas veces nos quedamos en esa relación por miedo, por costumbre o por llenar vacíos. Y hoy sé que amar no es aferrarse desesperadamente a alguien, que amar es elegir libremente, sin perderme adentro de la otra persona, o sacrificarme por completo. Aprendí que no necesito a nadie para sentirme completa, y que si vuelvo a amar, será desde la libertad emocional y no desde la necesidad de estar con alguien.
4. Aprendí a reconstruirme con mis propias manos.
Cada vez que sentía que todo se derrumbaba, encontré fuerza para levantarme en las cosas pequeñas. Aprendí a levantar una tonelada de peso con la fuerza de la resiliencia. La soledad me mostró que puedo empezar de nuevo cada vez que se me pegue la gana y que tengo la capacidad de crear nuevos sueños, nuevos caminos, nuevas versiones de mí cada vez que quiero. Descubrí que no necesito que nadie me rescate: yo soy capaz de recoger mis pedazos, volver a unirlos porque cada vez que me reconstruyo, mi estructura se fortalece.
5. Aprendí que la soledad no es un castigo, sino un regalo de la vida.
Lamentablemente, yo tenía la costumbre de evitar la soledad, y constantemente la llenaba de ruido y distracciones. Pero con el tiempo entendí que la soledad no necesita que la llenes. Todo lo contrario. La soledad necesita que la aceptes y la disfrutes. La soledad vino a darme una oportunidad de vida, un espacio sagrado para conocerme, para sanar, para volver a misma. Descubrí que la soledad no es sinónimo de vacío, sino de libertad; y que solo en ese silencio puedo encontrar la libertad emocional que necesitamos.
6. Aprendí a valorar calidad sobre cantidad en las relaciones.
Después de tantas despedidas, entendí que no necesito muchas personas alrededor para sentirme bien. Aprendí a elegir mejor, a rodearme de personas que suman, de quienes me ven y aceptan por quien soy, de quienes respetan mi esencia. Ya no busco llenar espacios, busco conexiones reales, profundas, y permanente sin condiciones económicas, sociales, personales, o culturales.
7. Aprendí que mi felicidad es mi responsabilidad.
Descubrí que nadie es responsable de hacerme feliz, que no puedo delegar mi bienestar emocional y mental en las manos de otro. Que la verdadera felicidad no viene de afuera; que la paz interior no se encuentra en ningún otro lugar que dentro de ti. Aprendí a vivir en coherencia conmigo misma y de elegir mis sueños, pensamientos, y metas cada día. Hoy sé que soy la única responsable de construirme una vida plena y auténtica.
Cómo lo hice? Aprendiendo a creer en mí misma.
Hoy miro atrás y agradezco cada lección que la soledad me regaló. Porque cada momento en el que creí que me estaba perdiendo, en realidad me estaba encontrando. Porque cada lágrima, cada silencio, cada noche difícil, me educaron sobre mi misma, sobre mis emociones y sentimientos, y me acercaron más a la mujer que soy ahora: más libre, más fuerte, y mucho más consciente de mi valor como persona.
La soledad dejó de ser mi miedo y se convirtió en mi maestra. Y gracias a ella, hoy sé que no necesito que nadie me complete, porque yo ya estaba completa desde el principio. Solo necesitaba recordarlo.
Si tú estás atravesando ese miedo a estar sola, quiero decirte que estas en un proceso de crecimiento. Y un día, vas a mirar atrás y vas a sentirte orgullosa de la persona en la que te convertiste cuando elegiste no rendirte.
Consulte mis otros Blogs y vídeos para obtener más detalles.