La histerectomía no solo transforma el cuerpo, también remueve capas emocionales profundas que muchas veces se silencian tras la cirugía.La noche después de la cirugía, no pude dormir. Tenía el cuerpo anestesiado, pero el alma despierta. Me acosté en la cama del hospital, sentí la frialdad de las sábanas contra mi piel, y por primera vez en mucho tiempo no tenía dolor uterino. Pero en su lugar apareció otro tipo de incomodidad: el vacío. No físico. Emocional. Existencial.
Me habían dicho que me iba a sentir aliviada, que al fin podría recuperar mi vida. Pero nadie me advirtió de ese silencio que se instala dentro del cuerpo después de perder una parte tan íntima de ti. Me quedé mirando al techo, preguntándome si seguía siendo la misma. Si mi cuerpo aún me pertenecía. Si era egoísta sentirme tan triste por haberme liberado de algo que me había hecho tanto daño.
Volver a casa con un cuerpo transformado y una mente sin respuestas
Regresar a casa después de la histerectomía fue más difícil de lo esperado. El mundo seguía como si nada, pero para mí todo se sentía distinto. Cada movimiento me recordaba que debía ir más lento. Cada escalón era una prueba. Pero el mayor desafío no estaba en el cuerpo. Estaba en mi mente.
No tenía el lenguaje para explicar lo que me estaba pasando. Sentía vergüenza de mi tristeza. Culpabilidad por no estar “agradecida” todo el tiempo. Y una soledad inesperada, incluso rodeada de amor. Es difícil explicar el tipo de duelo que se vive después de una histerectomía. No lloras solo por lo que perdiste, sino por lo que representaba.
No es solo la pérdida de un órgano. Es la pérdida simbólica de una etapa, de una versión de ti. Es mirar atrás y darte cuenta de que tu relación con tu cuerpo nunca fue neutral. Siempre estuvo atravesada por dolor, por silencios, por culpa, por juicios externos. La histerectomía fue mi oportunidad para empezar de nuevo, pero antes de reconstruirme, tuve que desarmarme entera.
Lo que aprendí sobre el duelo silencioso de las mujeres
Mucho tiempo después descubrí que lo que yo viví tiene nombre: duelo ambiguo. Un duelo por algo que estaba ahí, pero que no siempre era amado. Algo que querías soltar, pero cuya ausencia también dolía. Este tipo de duelo es muy común en mujeres que pasan por histerectomías, mastectomías, abortos, infertilidad o menopausia. Lo vivimos, pero no lo nombramos.
Las investigaciones sobre salud femenina y psicología posquirúrgica han demostrado que las mujeres, tras una histerectomía, no solo experimentan cambios físicos y hormonales, sino también una transformación profunda en su identidad emocional, en su percepción del cuerpo y en sus vínculos afectivos.
Yo me sentí dividida entre dos emociones aparentemente opuestas: alivio y pérdida. Y durante mucho tiempo pensé que una tenía que invalidar a la otra. Pero aprendí que pueden coexistir. Que sentir alivio no borra la tristeza. Y que sentir tristeza no significa que tomaste una mala decisión. Significa que estás viva. Que sientes. Que tu historia importa.
Reconstruirme emocionalmente: un proceso más largo que la recuperación física
La recuperación física tuvo fecha de alta. La emocional, no. Tuve que reaprender a tocarme sin miedo, a mirarme sin rechazo, a habitarme desde otra consciencia. Algunas mañanas me costaba levantarme porque me sentía agotada emocionalmente. Otras veces lloraba sin saber por qué. Sentía que algo en mí se había roto, y no sabía cómo volver a unirlo.
Entonces comencé a escribir. Empecé a caminar sola, sin música, escuchando mis pensamientos. Leí libros sobre trauma, autocompasión, cuerpo femenino. Descubrí que había más mujeres como yo. Que muchas estaban atravesando lo mismo en silencio, con fuerza, pero también con dolor. Me encontré con relatos de mujeres que hablaban de la histerectomía como un renacer. Y poco a poco, yo también empecé a nacer de nuevo.
Entendí que la histerectomía no me restó nada. Me dio espacio. Me devolvió voz. Me devolvió tiempo. Me obligó a parar, a dejar de sobrevivir y empezar a vivir con intención.
Redescubriendo el Placer Después de una Histerectomía: Sexualidad, Deseo y Conexión Emocional
Una de las preguntas que más me perseguía era si iba a volver a disfrutar mi cuerpo, si iba a sentir deseo, si mi pareja me iba a seguir deseando. Lo confieso: tuve miedo. Miedo a no sentir. A sentir diferente. A rechazarme. A que me rechazaran.
Pero algo mágico ocurrió cuando me permití explorarme sin expectativas. Descubrí que el placer no depende de un útero. Que la sexualidad está en la piel, en la mente, en la respiración, en la conexión emocional. Que el deseo no muere con la cirugía, simplemente encuentra otros caminos. Caminos más lentos, más auténticos, más míos.
Investigaciones en salud sexual femenina indican que muchas mujeres reportan una mejor vida sexual después de la histerectomía, especialmente cuando esta pone fin a un dolor crónico. Y en mi caso, fue cierto. Por primera vez en años, hacer el amor no era una negociación con el dolor. Era una celebración de mi cuerpo libre.
Redefinir mi feminidad desde el interior
La feminidad no es una función biológica. No está en el ciclo menstrual, ni en la capacidad de gestar. Está en cómo me reconozco, cómo me abrazo, cómo me miro cuando nadie más me ve. Tuve que desmontar muchas ideas que me enseñaron desde niña: que la mujer está incompleta si no puede tener hijos, que el cuerpo tiene que servir para algo, que envejecer es perder valor.
Después de la histerectomía, mi cuerpo no sirve a los ojos del mundo para lo que una mujer “debería” hacer. Y sin embargo, nunca me sentí más mujer que ahora. Ahora que me habito desde la verdad. Ahora que me hablo con amor. Ahora que no vivo para agradar ni para cumplir expectativas ajenas.
Crear comunidad: sanar a través de otras mujeres
Una de las cosas que más me salvó fue hablar con otras mujeres que habían pasado por lo mismo. Escuchar sus historias me dio palabras para las mías. Sus lágrimas le dieron permiso a las mías. Por eso escribo esto. Porque creo en el poder de compartir lo vivido. Porque cada historia que contamos es una mano extendida a otra mujer que está buscando respuestas en el silencio.
Si estás leyendo esto y tú también pasaste por una histerectomía, quiero invitarte a que compartas lo que viviste. ¿Qué fue lo más duro? ¿Qué fue lo más liberador? ¿Qué aprendiste de ti?
Y si aún no la has vivido, pero estás en ese proceso de decidir, de sentir miedo, de no saber qué esperar… quiero decirte que está bien tener miedo. Pero también quiero que sepas esto: del otro lado de ese miedo hay una versión tuya más libre, más fuerte, más tú.
La vida después no es una copia de la de antes. Es una nueva. Y es válida.
Hoy, cuando me miro en el espejo, no veo una mujer incompleta. Veo una mujer renacida después de una histerectomía. Mi historia no terminó en el quirófano. Empezó ahí. Y aunque me costó reconocerlo, hoy entiendo que esa cicatriz en mi abdomen no es un final. Es un comienzo. Un símbolo de todo lo que he enfrentado. Y de todo lo que aún puedo construir.
Gracias por estar aquí.
Gracias por permitir que mi historia se cruce con la tuya.
Y si tú también has vivido este proceso, o lo estás viviendo, te invito a dejar tu historia abajo. Porque juntas, sanamos más profundo. Y más honestamente.
Un abrazo grande y hasta pron
Consulte mis otros Blogs y vídeos para obtener más detalles.