¿Como la Inteligencia Emocional te ayuda con tu Salud Emocional?
¿Qué es la inteligencia emocional y por qué es importante? La inteligencia emocional es una habilidad poderosa que nos permite navegar el complejo mundo de nuestras emociones y las de quienes nos rodean. En esencia, es la capacidad de identificar, comprender y manejar nuestras propias emociones de manera efectiva, al mismo tiempo que desarrollamos la empatía para reconocer y responder a las emociones de los demás. Esta combinación de habilidades nos da las herramientas para tomar decisiones claras, razonadas y reflexivas, evitando caer en impulsos momentáneos o reacciones desproporcionadas que a menudo pueden complicar nuestras vidas.
La inteligencia emocional no es solo un concepto abstracto; es un conjunto de cualidades esenciales que impactan directamente todos los aspectos de nuestra vida. Al aprender a regular nuestras emociones y comprender mejor las de los demás, podemos construir relaciones más sólidas, tomar decisiones más acertadas y mejorar nuestro bienestar general. No se trata solo de sentir, sino de utilizar esa información emocional como una brújula para guiar nuestras acciones de una manera más consciente y equilibrada.
Además, es importante reconocer que las emociones están profundamente conectadas con nuestra salud en todos los niveles: mental, emocional y físico. Todo lo que sentimos, desde la alegría hasta el estrés, influye en nuestro cuerpo de formas sorprendentes. Las emociones afectan absolutamente todo, desde las células de la coronilla de nuestra cabeza hasta la última uña de nuestros pies. Por ejemplo, la ansiedad puede desencadenar dolores musculares o problemas digestivos, mientras que emociones positivas como el amor y la gratitud pueden liberar hormonas que fortalecen nuestro sistema inmunológico.
Desarrollar la inteligencia emocional no solo mejora nuestra capacidad para enfrentar los desafíos cotidianos, sino que también nos ayuda a cultivar una vida más saludable y plena. Cuando aprendemos a identificar lo que sentimos y a responder con sabiduría, podemos transformar nuestras emociones en una fuente de fortaleza, en lugar de permitir que se conviertan en un obstáculo.
En un mundo donde las interacciones humanas son la base de todo, desde las relaciones personales hasta el ámbito profesional, la inteligencia emocional se convierte en un superpoder. No solo nos ayuda a mantener la calma en situaciones difíciles, sino que también fomenta la conexión genuina con los demás, lo que en última instancia eleva nuestra calidad de vida. Es una herramienta transformadora que, si la cultivamos, puede abrirnos las puertas a un bienestar más completo y duradero.
Aquí tienes nueve componentes claves de la inteligencia emocional:
- Una relación estrecha entre la salud y la inteligencia emocionales
- Fortalece la resiliencia humana
- Clave para reducir la rumiación emocional
- Una barrera en contra trastornos emocionales
- Mejora tus habilidades sociales
- Una herramienta para ayudarte con la ansiedad y la depresión
- Facilitar el pensamiento
- Mejor entendimiento y comprensión de las emociones
- Inteligencia emocional está respaldada por la neurociencia
Cada uno de estos componentes está directamente relacionado con la salud emocional, y te ayuda a mantener un equilibrio emocional sostenible y resiliente.
Relación entre inteligencia y salud emocionales:
La inteligencia emocional y la salud emocional están profundamente entrelazadas, formando un vínculo esencial para nuestro bienestar general. Este vínculo se centra en dos pilares clave: la autoconciencia emocional y la autorregulación emocional.
La autoconciencia emocional es la capacidad de identificar nuestras emociones, entender su origen y reconocer cómo impactan nuestras acciones y pensamientos. Por otro lado, la autorregulación emocional es la habilidad de gestionar esas emociones de manera efectiva, especialmente aquellas que son negativas o intensas, como la tristeza, la ira o la frustración. Juntas, estas competencias nos permiten abordar nuestras emociones de manera constructiva, sin dejarnos dominar por ellas ni ignorarlas.
Una inteligencia emocional desarrollada actúa como una brújula interna que nos guía para enfrentar emociones difíciles sin caer en extremos dañinos. Por un lado, nos ayuda a evitar la tendencia de reprimir emociones, algo que puede generar estrés acumulado y afectar nuestra salud emocional a largo plazo. Por otro, nos enseña a no expresar nuestras emociones de forma impulsiva o inapropiada, lo que podría dañar nuestras relaciones y autoestima. En cambio, nos permite canalizar nuestras emociones de una manera saludable y productiva.
Numerosas investigaciones académicas respaldan esta relación. Los estudios han demostrado que las personas con una alta inteligencia emocional tienen menos probabilidades de sufrir problemas emocionales crónicos, como la ansiedad persistente o los arrebatos emocionales impulsivos. En su lugar, tienden a manejar el estrés con mayor eficacia, enfrentar desafíos con resiliencia y construir relaciones más sólidas y armoniosas.
Cuando desarrollamos nuestra inteligencia emocional, no solo cultivamos una mayor estabilidad emocional, sino que también fortalecemos nuestra capacidad para disfrutar de una vida más equilibrada y satisfactoria. En un mundo lleno de retos y emociones intensas, contar con esta habilidad es como tener un escudo protector que nos permite afrontar la vida con calma, claridad y confianza. Es una inversión en nuestra salud emocional, que a su vez mejora cada aspecto de nuestra existencia.
Cómo la inteligencia emocional fortalece la resiliencia:
La inteligencia emocional es una herramienta fundamental para fortalecer la resiliencia, esa capacidad única que nos permite levantarnos frente a la adversidad y seguir adelante con renovada fuerza. En este contexto, dos habilidades clave de la inteligencia emocional juegan un papel decisivo: la motivación emocional y la empatía.
La motivación emocional implica usar nuestras emociones positivas como un motor para alcanzar metas personales, incluso cuando las circunstancias son complicadas. Por su parte, la empatía nos permite conectar con los sentimientos de los demás, comprender sus perspectivas y cultivar relaciones más profundas, lo que se convierte en una fuente esencial de apoyo emocional en momentos difíciles.
Pero ¿cómo se relaciona la inteligencia emocional con la resiliencia? Esta conexión radica en la capacidad de reinterpretar eventos negativos de forma positiva. Gracias a habilidades como la reestructuración cognitiva, podemos cambiar nuestra percepción de las experiencias desafiantes, transformando obstáculos en oportunidades para crecer. La autorregulación emocional, otro componente vital, nos ayuda a mantenernos estables y serenos, evitando que emociones intensas como el miedo o la frustración nos paralicen.
Además, la inteligencia emocional nos impulsa a experimentar emociones positivas incluso en medio de la adversidad. No se trata de ignorar lo negativo, sino de cultivar una mentalidad equilibrada que nos permita encontrar luz en la oscuridad. Este enfoque no solo fortalece nuestra resiliencia, sino que también nos prepara para enfrentar futuros desafíos con mayor confianza y optimismo.
En esencia, la inteligencia emocional actúa como un pilar orgánico de la resiliencia, transformándonos en personas más adaptables y emocionalmente fuertes. Cuando aprendemos a manejar nuestras emociones y a encontrar significado en nuestras experiencias, estamos equipados para no solo sobrevivir, sino prosperar, incluso en las circunstancias más difíciles. La resiliencia no es solo resistencia; es la capacidad de renacer, más fuerte y más sabio, gracias al poder de nuestras emociones.
Clave para reducir la rumiación emocional:
La rumiación emocional es ese ciclo mental en el que nos encontramos atrapados reviviendo pensamientos repetitivos sobre experiencias negativas, analizándolas una y otra vez sin llegar a una solución. Este patrón no solo agota nuestra energía mental, sino que también está estrechamente relacionado con trastornos emocionales como la ansiedad y la depresión. Sin embargo, la buena noticia es que la inteligencia emocional puede ser una herramienta poderosa para romper este círculo vicioso y encontrar alivio.
Las personas con una alta inteligencia emocional tienen una ventaja clave: son capaces de identificar cuándo están rumiando. Esta capacidad de autoconciencia emocional les permite reconocer estos patrones mentales poco saludables desde el principio y redirigir su atención hacia soluciones más constructivas. En lugar de quedarse atrapados en el “¿por qué me pasó esto?”, se enfocan en el “¿cómo puedo avanzar desde aquí?”.
La regulación emocional, otra habilidad esencial de la inteligencia emocional, también desempeña un papel fundamental. Nos enseña a gestionar y calmar nuestras emociones negativas, evitando que se desborden y controlen nuestra mente. De hecho, estudios académicos han demostrado que las personas con alta inteligencia emocional tienden a experimentar menos rumiación emocional, ya que tienen herramientas para procesar sus emociones de manera efectiva.
Además, la inteligencia emocional fomenta cualidades como la autoestima y la autocompasión, dos pilares esenciales para reducir la rumiación. Cuando practicamos la autocompasión, aprendemos a tratarnos con amabilidad incluso en nuestros momentos más difíciles, evitando la autocrítica severa que alimenta la rumiación. La autoestima, por su parte, nos ayuda a mantenernos firmes frente a los desafíos emocionales, recordándonos nuestro valor intrínseco, independientemente de las circunstancias.
Un aspecto crucial de la inteligencia emocional es también la capacidad de comprender la información emocional en un contexto más amplio. Nos permite observar cómo nuestras emociones interactúan, evolucionan y se entrelazan a lo largo de nuestras relaciones y experiencias. Este entendimiento más profundo no solo nos ayuda a interpretar nuestras emociones de manera más significativa, sino que también nos da la perspectiva necesaria para darles el lugar adecuado en nuestra vida.
Reducir la rumiación emocional no se trata de ignorar nuestras emociones, sino de aprender a transformarlas en una fuente de fortaleza y crecimiento personal. Al desarrollar nuestra inteligencia emocional, podemos liberarnos del peso de los pensamientos negativos repetitivos y abrazar una vida más plena, centrada en soluciones y en el progreso emocional. Esto no solo mejora nuestra salud mental, sino que también nos permite construir una relación más sana y enriquecedora con nosotros mismos.
Inteligencia emocional como barrera contra trastornos emocionales:
La inteligencia emocional no solo es una herramienta para gestionar nuestras emociones, sino también un mecanismo protector que nos ayuda a mantener nuestra salud mental frente a los desafíos y las adversidades de la vida. En el núcleo de esta protección está la autoconciencia emocional, una habilidad que nos permite desarrollar un entendimiento profundo del “yo emocional”. Este entendimiento nos ayuda a identificar y aceptar nuestras emociones sin juzgarlas, evitando caer en patrones de autocrítica destructiva o negación emocional.
Cuando aprendemos a aceptar nuestras emociones tal como son, fortalecemos nuestra autoestima y cultivamos la autocompasión, dos pilares fundamentales para una buena salud emocional. La autocompasión, en particular, nos enseña a tratarnos con amabilidad y empatía, incluso en momentos de estrés o dificultad, reduciendo significativamente la tendencia a ser excesivamente críticos con nosotros mismos. Numerosos estudios académicos respaldan esta conexión, demostrando que prácticas relacionadas con la inteligencia emocional, como la autocompasión y la regulación emocional, contribuyen a un mayor bienestar emocional y a una notable disminución de síntomas asociados con trastornos emocionales como la ansiedad y la depresión.
Inteligencia emocional como protección emocional también desempeña un papel crucial al facilitar el pensamiento y el proceso de toma de decisiones, incluso en momentos de estrés emocional. Al desarrollar la capacidad de generar, identificar y gestionar nuestras emociones, somos capaces de comunicarlas de manera más clara y efectiva. Esto no solo nos ayuda a expresar nuestros sentimientos y necesidades, sino que también nos permite emplear esa información emocional en otros procesos cognitivos, como la resolución de problemas y la planificación.
Además, la inteligencia emocional actúa como una barrera natural contra problemas emocionales crónicos. Nos capacita para manejar el estrés de manera adaptativa, evitando que emociones negativas, como el miedo o la frustración, nos dominen. Este manejo emocional efectivo reduce el riesgo de desarrollar trastornos como la ansiedad, el estrés crónico y la depresión, ya que fomenta una mentalidad resiliente y proactiva frente a los desafíos.
En definitiva, la inteligencia emocional no solo mejora nuestra capacidad para enfrentar las dificultades de la vida, sino que también nos ayuda a proteger nuestra salud mental en el largo plazo. Al aprender a comprender y gestionar nuestras emociones de manera constructiva, creamos un escudo emocional que nos permite navegar por la vida con mayor confianza, claridad y equilibrio. Es una inversión en nosotros mismos que se traduce en una vida más plena, resiliente y emocionalmente saludable.
Mejora tus habilidades sociales con inteligencia emocional:
La inteligencia emocional es la clave para fortalecer tus habilidades sociales y construir relaciones interpersonales saludables y significativas. Estas habilidades no solo te ayudan a conectar con los demás, sino que también te permiten manejar las emociones, incluidas aquellas que surgen en momentos de ansiedad o incomodidad social.
Cuando desarrollas tu inteligencia emocional, logras un manejo más efectivo de tus emociones, evitando que la ansiedad emocional se intensifique y domine tus interacciones. Esto es especialmente importante porque la ansiedad puede actuar como una barrera en nuestras relaciones, generando inseguridades y malentendidos. Con habilidades como la autorregulación emocional y la autoconciencia, puedes reconocer esos pensamientos catastróficos que a menudo alimentan la ansiedad y detenerlos antes de que se conviertan en un obstáculo en tu vida social.
La autorregulación emocional te da la capacidad de mantener la calma en situaciones desafiantes y manejar las emociones negativas de manera constructiva. Esto no solo reduce los niveles de estrés en interacciones sociales, sino que también proyecta una mayor confianza, lo que facilita establecer conexiones más genuinas con los demás. Por su parte, la autoconciencia te ayuda a identificar tus propios patrones emocionales, permitiéndote abordarlos desde una perspectiva más consciente y proactiva.
Además, investigaciones han demostrado que las personas con una inteligencia emocional más desarrollada tienden a reportar niveles más bajos de ansiedad. Esto se debe a que son capaces de comprender y gestionar sus emociones de manera efectiva, transformando la ansiedad en una oportunidad para el crecimiento personal y la mejora de sus relaciones. Estas personas también suelen ser mejores comunicadores, ya que saben cómo expresar sus pensamientos y emociones de forma clara y empática, lo que fortalece sus vínculos con los demás.
Al mejorar tus habilidades sociales mediante el desarrollo de la inteligencia emocional, no solo te conviertes en una persona más segura y resiliente, sino que también creas un entorno emocional más positivo a tu alrededor. Esto te permite forjar relaciones más sólidas, significativas y duraderas. La inteligencia emocional no solo mejora cómo te relacionas con los demás, sino que también transforma cómo te relacionas contigo mismo, dándote la confianza necesaria para brillar en cualquier interacción social.
La inteligencia emocional y su papel en la ansiedad y la depresión:
La inteligencia emocional no solo es una herramienta para gestionar las emociones cotidianas, sino también un recurso invaluable para enfrentar y mitigar los efectos de la ansiedad y la depresión, dos de los trastornos emocionales más comunes en el mundo actual. En este contexto, la percepción de las emociones se convierte en un aspecto central, ya que afecta profundamente cómo interpretamos y reaccionamos ante el mundo que nos rodea.
Uno de los mayores desafíos de la depresión es cómo transforma nuestra percepción del entorno, haciéndonos ver las situaciones y nuestras propias emociones de manera sombría o distorsionada. Aquí es donde la inteligencia emocional interviene: al desarrollar una mayor capacidad para percibir y comprender nuestras emociones, adquirimos una nueva perspectiva sobre nosotros mismos, los demás y el mundo en general. Esto nos permite interpretar nuestras experiencias emocionales bajo una luz más positiva y orientada hacia el crecimiento.
Además, la inteligencia emocional nos ayuda a apreciar la belleza y el significado en los pequeños detalles de la vida: el arte, la música, las historias, los objetos que nos rodean e incluso nuestras interacciones diarias. Este cambio en la percepción nos permite encontrar consuelo y motivación en cosas que antes podrían haber pasado desapercibidas. Al conectarnos de manera más profunda con nuestro entorno, reducimos la sensación de aislamiento que a menudo acompaña a la depresión.
La reestructuración emocional es otra habilidad clave que la inteligencia emocional fomenta, permitiéndonos enfrentar eventos negativos sin caer en pensamientos catastróficos. En lugar de dejarnos arrastrar por el pesimismo, aprendemos a replantear nuestras experiencias, transformando las dificultades en oportunidades para el aprendizaje y la resiliencia. La motivación personal, otro componente importante, actúa como un amortiguador contra la depresión, ayudándonos a mantenernos enfocados en nuestros objetivos y a encontrar esperanza incluso en los momentos más oscuros.
Investigaciones científicas, incluidos metaanálisis sobre la depresión, han encontrado que niveles más altos de inteligencia emocional están correlacionados con una disminución en los síntomas depresivos. Esto no significa que sea una solución mágica, pero sí un recurso poderoso que puede marcar una gran diferencia en cómo enfrentamos nuestras batallas emocionales.
La inteligencia emocional no solo mejora nuestra relación con nuestras emociones, sino que también transforma nuestra forma de interactuar con los demás, creando un círculo virtuoso que fortalece nuestro bienestar general. Por eso, vale la pena intentarlo: trabajar en nuestra inteligencia emocional no solo nos ayuda a afrontar la ansiedad y la depresión, sino que también nos abre la puerta a una vida más plena, rica en significado y conexión
La aplicación práctica de la inteligencia emocional para facilitar el pensamiento:
La inteligencia emocional no es solo una habilidad abstracta; es una herramienta práctica y poderosa que podemos aplicar en nuestra vida diaria para mejorar nuestra salud emocional y mental. Lo más importante es que esta transformación comienza contigo. Al desarrollar tu inteligencia emocional, no solo estás mejorando cómo te relacionas con tus emociones, sino también cómo usas esas emociones para facilitar un pensamiento más claro, estratégico y equilibrado.
La inteligencia emocional te permite aprender a manejar tus emociones, brindándote la capacidad de reconocerlas, aceptarlas y utilizarlas de una manera que fomente tanto tu bienestar personal como el crecimiento de quienes te rodean. Esto significa abrirte de manera consciente a tus propios sentimientos, evitando reprimirlos o ignorarlos, y aprender a modularlos, tanto interna como externamente. Este proceso no solo te permite comprender tus propias emociones, sino también interpretar y responder a las emociones de los demás de manera más efectiva.
Al aplicar la inteligencia emocional, puedes convertir tus emociones en una guía para la toma de decisiones y la resolución de problemas. En lugar de dejar que las emociones difíciles, como el estrés o la frustración, nublen tu juicio, aprendes a usarlas como señales valiosas que te ayudan a ajustar tus acciones y pensamientos hacia soluciones más constructivas. Este enfoque no solo mejora tu claridad mental, sino que también te ayuda a mantener la calma y la estabilidad emocional en momentos de presión o incertidumbre.
Además, la inteligencia emocional promueve una mayor comprensión y empatía hacia los demás, permitiéndote construir relaciones más significativas y saludables. Al ser consciente de tus propias emociones, te vuelves más sensible a los sentimientos de los demás, lo que fomenta una comunicación más auténtica y un mayor entendimiento mutuo. Este tipo de conexión emocional no solo enriquece tus relaciones, sino que también impulsa tu crecimiento personal al aprender de las perspectivas y experiencias de quienes te rodean.
La aplicación práctica de la inteligencia emocional es una inversión en ti mismo. Es una habilidad que te capacita para navegar los altibajos de la vida con mayor confianza y resiliencia, mientras te abre las puertas a un nivel más profundo de autoconocimiento y desarrollo emocional. Al trabajar en tu inteligencia emocional, estás construyendo una base sólida para una vida más plena, equilibrada y rica en propósito, en la que las emociones no son un obstáculo, sino una fuente de fortaleza y sabiduría.
Existen intervenciones basadas en la inteligencia emocional para mejorar la salud emocional y tener un mejor entendimiento de tus emociones
La inteligencia emocional no solo se desarrolla de manera natural con el tiempo, sino que también puede ser fortalecida a través de intervenciones específicas diseñadas para mejorar tu salud emocional y ayudarte a entender mejor tus emociones. Estas intervenciones están estructuradas para fomentar un equilibrio emocional, aumentar tu capacidad de autorreflexión y transformar la forma en que te relacionas contigo mismo y con los demás.
Una de las herramientas más efectivas es el mindfulness o atención plena, una práctica que complementa la autoconciencia emocional al enseñarte a observar tus emociones sin juzgarlas. Esta técnica te ayuda a reconocer tus pensamientos y sentimientos tal como son, sin intentar cambiarlos o ignorarlos, y a aceptar tus experiencias emocionales con una actitud abierta y compasiva. Al practicar el mindfulness, desarrollas una mayor capacidad para permanecer presente, lo que te permite manejar tus emociones con calma y claridad, incluso en momentos de estrés.
Además, existen terapias emocionales basadas en los principios de la inteligencia emocional, como la terapia cognitivo-conductual (TCC) y la terapia de aceptación y compromiso (ACT). La TCC se centra en identificar y modificar patrones de pensamiento negativos o distorsionados que pueden alimentar emociones como la ansiedad o la tristeza. Al incorporar principios de regulación emocional, esta terapia te enseña a reformular tus pensamientos y a responder de manera más adaptativa a los desafíos emocionales.
Por otro lado, la ACT promueve la aceptación de tus emociones en lugar de luchar contra ellas. A través de esta terapia, aprendes a comprometerte con acciones alineadas con tus valores personales, incluso cuando estás enfrentando emociones difíciles. Este enfoque combina la autorregulación emocional con una profunda exploración de tus metas y propósito en la vida, ayudándote a construir una relación más saludable con tus emociones.
Estas intervenciones basadas en la inteligencia emocional no solo son herramientas para mejorar tu bienestar emocional, sino también para transformar tu vida en general. Al integrar prácticas como el mindfulness y terapias emocionales en tu rutina, estás cultivando una mentalidad más resiliente, consciente y conectada contigo mismo. En última instancia, estas estrategias te capacitan para enfrentar los altibajos de la vida con confianza, claridad y un mayor sentido de propósito.
Inteligencia emocional está respaldada por la neurociencia:
La inteligencia emocional no es solo una habilidad abstracta o teórica; está respaldada por la neurociencia, una disciplina científica que estudia el sistema nervioso, incluyendo su estructura, función, desarrollo y patologías. La conexión entre inteligencia emocional y la neurociencia revela cómo nuestro cerebro procesa, regula y responde a las emociones, demostrando que el desarrollo de habilidades emocionales tiene una base biológica sólida.
En particular, investigaciones neurocientíficas han demostrado que la inteligencia emocional está relacionada con una mejor comunicación entre dos áreas clave del cerebro: la amígdala, que actúa como el centro emocional, y la corteza prefrontal, responsable del control ejecutivo y la regulación emocional. Esta conexión es fundamental para que nuestras respuestas emocionales sean más reguladas y menos reactivas. Cuando esta comunicación es fluida, tenemos una mayor capacidad para pausar, reflexionar y responder de manera más adaptativa ante situaciones emocionalmente intensas, en lugar de reaccionar de manera impulsiva.
Además, estudios académicos han encontrado que las prácticas emocionales basadas en la inteligencia emocional pueden promover cambios neuroplásticos en el cerebro. La neuroplasticidad, la capacidad del cerebro para adaptarse y cambiar a lo largo del tiempo se fortalece con ejercicios emocionales, como el mindfulness, la regulación emocional y la empatía. Estos cambios no solo mejoran nuestra capacidad para gestionar emociones, sino que también optimizan nuestra resiliencia emocional frente a desafíos y adversidades.
La inteligencia emocional es un factor esencial para la salud emocional y mental, ya que proporciona herramientas prácticas y científicamente respaldadas para la identificación, regulación y gestión de las emociones. Al trabajar en estas habilidades, las personas pueden reducir la rumiación emocional, minimizar el impacto de pensamientos negativos y construir una base sólida de resiliencia. Esto no solo ayuda a proteger contra trastornos emocionales como la ansiedad y la depresión, sino que también actúa como un pilar fundamental para el bienestar psicológico y emocional en general.
Al entender que la inteligencia emocional tiene una base en el funcionamiento del cerebro, queda claro que no es simplemente un rasgo innato, sino una habilidad que puede desarrollarse y fortalecerse con práctica y dedicación. Cultivar la inteligencia emocional es invertir en un cerebro más equilibrado, una mente más fuerte y una vida emocional más plena y significativa. Es la ciencia y la práctica trabajando juntas para ayudarnos a ser la mejor versión de nosotros mismos.
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