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¿Por qué vivimos en guerra con nuestras emociones? La respuesta está en la falta de inteligencia emocional
porque desde pequeñas nos han condicionado que sentir cualquier otra emoción aparte de la felicidad un problema.
Yo me acuerdo crecimiento en la República Dominicana donde nadie nunca habló de depresiones, estrés mental, salud mental, o salud emocional, por el miedo a que te etiquetaron como loca y te mandan a un manicomio. Y si tú te atrevías a decir que estaba triste por cualquier razón, todo el mundo te gritaba o te relajaba porque supuestamente, nadie tenía una razón en el mundo para estar triste, aunque te estuvieras llevando quien te trajo.
Llorar era debilidad, si te enojabas estabas “histérica”, que tener miedo era señal de inseguridad, o te etiquetaban como una cobarde y mostrar cualquier tipo de vulnerabilidad era algo vergonzoso. Crecimos creyendo que para ser una persona fuertes, había que reprimir los sentimientos, esconder las emociones, disimular el dolor, pretender que las cosas dolorosas nunca pasaron, y poner buena cara aunque estuviéramos jodidas por dentro.
Pero la verdad es que las emociones no son el problema.
A Problemaempieza cuando no sabemos qué hacer con las emociones. Cuando no sabemos cómo identificar una emoción, o cómo reconocerlas o cómo escuchar a nuestras emociones y en vez de tratar de saber qué está pasando con nuestras emociones no las pasamos peleando con ellas todo el día y mientras más las ignoramos peor se vuelven las emociones.
Y mientras más pretendemos que las emociones no existen más peligrosas se vuelven las emociones hasta que un día ya no puedes aguantar más y y la última gota le cae al vaso hasta que se derrama, y las emociones te hacen convertir tu vida en un infierno, porque todo lo que haces cuando tienes las emociones fuera de control te sigue el resto de la vida
Así que vamos a hablar de la inteligencia emocional:
La inteligencia emocional no es solo una moda de la psicología moderna. La inteligencia emocional es, en esencia, tu habilidad de identificar, comprender y regular tus emociones, así como las emociones de los demás, y usar esa información emocional para tomar decisiones que sean lógicas y razonables. Especialmente en un mundo donde vivimos tan rápido donde los niveles de ansiedad están por las nubes todos los días donde muchas veces la tristeza la escondemos detrás de la sonrisas sociales y eso es aceptable en este mundo en el que vivimos aprender a desarrollar la inteligencia emocional mi amiga puede marcar la diferencia entre sobrevivir plenamente o vivir miserablemente.
En este video inteligencia emocionar 101, nos referimos a lo más básico: tomar conciencia de tus emociones, aprender a reconocer tus emociones aprender a reconocer lo que sientes ponerle nombre a esas emociones entender el origen y decidí qué hacer con esa emoción sin dejarte controlar por esa emoción.
No se trata de evitar sentir, sino de no quedar atrapada en emociones que pueden llevarte al agotamiento, físico mental y emocional , al conflicto o al aislamiento emocional. Por ejemplo, si sientes ansiedad cada vez que te enfrentas a un cambio o a una conversación difícil, la inteligencia emocional te permite observar esa reacción, calmar tu cuerpo y actuar desde la conciencia en lugar del impulso.
El primer paso para aprender a inteligencia emocional y utilizarla para tu crecimiento personal es la conciencia emocional o self awareness.
La conciencia emocional es la capacidad de una persona para reconocer y comprender sus propias emociones y los efectos que estas tienen en su comportamiento, pensamiento y relaciones. Representa el componente intrapersonal de la inteligencia emocional y es esencial para la autorregulación, la empatía y el desarrollo del juicio emocionalmente competente.
Según Goleman (1995), “la autoconciencia emocional es la piedra angular de la inteligencia emocional: el ser consciente de nuestros estados internos, preferencias, recursos e intuiciones”. Este nivel de conciencia permite identificar patrones emocionales, anticipar reacciones y tomar decisiones más alineadas con los propios valores y objetivos.
Desde un enfoque psicológico, la conciencia emocional es un componente fundamental de la inteligencia emocional y constituye la base para una regulación emocional efectiva. Una persona emocionalmente consciente no reacciona de forma automática, sino que responde con mayor claridad, coherencia y responsabilidad ante los estímulos internos y externos.
Cientos de estudios psicológicos han demostrado que la inteligencia emocional está profundamente relacionada con la salud mental. Si desarrollas un alto nivel de inteligencia emocional, podrás manejar mejor el estrés, enfrentar menos conflictos interpersonales y fortalecer tu resiliencia ante las adversidades. Por el contrario, si no gestionas bien tus emociones, aumentas el riesgo de caer en estados de ansiedad crónica, depresión o incluso en trastornos más complejos que se engloban dentro de lo que llamamos enfermedad mental.
Aprender sobre inteligencia emocional no es un lujo, es una necesidad. Vives en un tiempo donde el ruido externo muchas veces te desconecta de tu mundo interno. Donde se espera que sigas funcionando aunque estés emocionalmente rota. Por eso, este es el momento perfecto para detenerte y empezar a conocerte desde dentro, porque solo cuando entiendes tus emociones, puedes empezar a transformarlas en una fuerza a tu favor.
La inteligencia emocional no te hará inmune al dolor, pero sí te dará las herramientas para enfrentarlo con más claridad, más humanidad y más poder. Y eso, en tiempos donde puedes sentirte sola, desconectada o emocionalmente abrumada, puede ser el primer paso hacia tu verdadera sanación emocional.
Cómo desarrollar conciencia emocional en la vida cotidiana:
La conciencia emocional es una competencia esencial de la inteligencia emocional que permite reconocer, identificar y comprender las emociones propias en tiempo real. Desarrollarla requiere práctica, atención plena y disposición al autoanálisis. En la vida cotidiana, esta habilidad se cultiva a través de acciones concretas que favorecen la conexión con el mundo emocional interno.
Un primer paso consiste en detenerse brevemente ante una experiencia emocional para identificar con claridad la emoción presente. Nombrarla con precisión —en lugar de generalizarla como “sentirse mal”— permite establecer un vínculo más consciente con lo que se está viviendo. La riqueza del vocabulario emocional favorece una comprensión más profunda del estado interno y facilita su regulación.
Es igualmente importante reconocer los factores desencadenantes de cada emoción. Identificar el origen permite comprender el contexto emocional en lugar de reaccionar de forma automática. Esta comprensión otorga mayor control sobre las respuestas conductuales y favorece decisiones más alineadas con los propios valores.
El cuerpo también ofrece señales clave. Las emociones se manifiestan a través de síntomas físicos como tensión muscular, aceleración del ritmo cardíaco o cambios en la respiración. Aprender a registrar estas señales ayuda a anticipar reacciones emocionales y a gestionarlas de manera preventiva.
Llevar un registro reflexivo de las emociones cotidianas —a través de un diario o bitácora emocional— permite identificar patrones, evaluar reacciones frecuentes y establecer estrategias de mejora personal. Esta práctica promueve una mayor claridad emocional y fomenta el crecimiento psicológico sostenido.
La conciencia emocional no solo se limita al ámbito individual. Desarrollarla implica también reconocer el impacto emocional que se tiene sobre los demás y afinar la sensibilidad ante las emociones ajenas. Esta capacidad fortalece las habilidades sociales, mejora la comunicación y enriquece los vínculos interpersonales.
En suma, la conciencia emocional es una habilidad que se construye mediante la observación constante, la reflexión intencional y el compromiso con el propio bienestar emocional. Aplicada en la vida diaria, esta competencia se convierte en una herramienta poderosa para la autorregulación, la toma de decisiones efectivas y el desarrollo de relaciones saludables y auténticas.
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